Gabriel García Máquez: carta 2ª
A ti de nuevo,
Hace 5 años que no te escribo directamente. No quiero que se me agote el tiempo, ni perderlo. Hace 25 años que recibí el Premio Nobel de Literatura y parece tan lejano. Hace 40 años que se publicó por primera vez Cien años de soledad. Además, hoy 6 de marzo cumplo 80 años. ¡Qué de números importantes se agolpan en mi memoria! Y no sabría destacarte cuál de ellos considero más relevante. Si el haber llegado hasta aquí o ver el culmen de mis logros reflejados en cifras.
La quimioterapia me mermó la salud por muchos lados, dicen que hasta dejé de ser el mismo tipo de fuerte carácter y mirada sincera. También soy consciente de que en tu cabeza pensarás que la muerte a la que veía tan de cerca se está haciendo de rogar. Puede ser, no te lo niego. Ahora bien, ¿podría considerarse un privilegio? Esa respuesta ni yo la tengo. Pero, estaba hablando de premios. Como ya sabrás tuve que retirarme del Premio Cervantes al que estaba nominado en 1994. Desde que me concedieron el Nobel no dejaron de llegar menciones y reconocimientos, no podía abarcarlos todos y decidí no acogerme a ninguno. Con que el mundo sintiera y entendiera mi obra me valía y me sigue resultando más que de sobra.
Y en eso, en saber leerme siempre has tenido la palma. Por ello también han pasado 3 años desde la publicación de Memorias de mis putas tristes, mi última novela. Sé que causó un gran revuelo, que algunos no lo entendieron y hasta me dijeron que estaba exaltando la prostitución infantil. Quiero explicarte que eso no es así, que el que lee de manera superficial se pierde la magia de un relato que desgarra la conciencia, la tristeza y el carácter de quién termina su vida. Se replantea uno, en las situaciones más extrañas, el significado de sus actos y las hazañas que desafortunadamente no tienen remedio. Y todo eso nos lleva a revalorar si en realidad fuimos queridos y hasta dónde llega nuestro amor, el que damos y el que recibimos. A este singular periodista le salvó la esperanza por el amor a sus 90 años, supo que la conexión entre dos cuerpos no era lo básico para conseguir el placer, que lo espiritual, bello y digno puede encontrarse hasta en el silencio. Quiero que comprendas, de esta manera, el fin de aquello a veces criticado y de aquellos que no saben mirar el trasfondo de las palabras.
Nunca pierdas ese punto de vista cuando me leas. Incluso con las memorias de mis primeros 30 años en Vivir para contarla puedes hacer este ejercicio. Hay un millón de copias difundidas por medio mundo que te dan hasta para elegir. Porque si miras bien, si lees con ojos de dragón, podrás descubrir mucho más que el vago significado primordial que supone la unión de determinadas letras. Incluso a veces, todo te parecerá excesivo o muy sentido, puedes llegar a pensar que en alguno de mis libros abuso del realismo mágico. Pero, eso es otro tema que podremos discutir si algún día tenemos el placer de encontrarnos. Mi último consejo, reúnete con aquellos que compartan tus aficiones, tus objetivos, dónde podáis leer y compartir como lo hacía yo hace ya muchos años en el Grupo de Barranquilla. ¡En esos tiempos si sabíamos qué era disfrutar! Te prometo que te contaré más. En otro momento o en otra vida. 80, no es un número fácil, aunque suene redondo. Yo me hago viejo y tú vivirás eternamente, pero eso, te juro que no impedirá que compartamos mucho más.
Marzo de 2007,
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