Gabriel García Márquez: carta 9ª
A ti,
El panorama internacional está convulso, la crisis
financiera está afectando a todas las regiones del mundo y los Juegos Olímpicos
en Tokio han sido un éxito internacional como evento deportivo. Se ve el derrame económico en
los medios, en la calle, en los ojos de la gente, aunque ya a mis años poco me meto en estos temas,
pues mínimo es lo que mi persona puede conseguir que ya no haya
logrado con la virtud de las letras.
No obstante, con lo que más sufro en estos días y seguiré
sufriendo hasta el fin de mi tiempo es con el declive que está aconteciendo al
Periodismo. Yo siempre dije que es el oficio más bello, pero se necesita
pasión, buena escritura y servicio a la realidad y la veracidad para hacer esta
afirmación real. Pocas veces encuentro estas cualidades en los escritos de hoy
en día. Sigo con mi buena costumbre de levantarme y ponerme a leer el periódico,
tranquilo, disfrutando del pequeño placer que da el café y el amanecer. Y es en
ese momento cuándo más me desangro al ver en lo que se está convirtiendo la
actualidad. Cada vez que me siento en mi butaca y abro las páginas grises, ya
no lo hago con la emoción de siempre, sino que intento buscar el error y el
acierto. Casi nunca encuentro un reportaje que me haga saltar las alarmas de la
emoción y cuando lo hago,
me acabo preguntando quién será ese tipo que no ha sucumbido a las directrices
del momento.
No creo que el problema sea que no haya grandes figuras que sepan encontrar su lugar y defiendan el valor de lo que es
el Periodismo. Lo que creo es que el poder y las grandes empresas mediáticas
han actuado sin parar de presionar en la sociedad con el único fin de mejorar sus
propios intereses. Hay un excesivo control sobre todo aquello que enfada a unos
pocos y que de repente, ya no te permite escribir de un cierto tema. Una
censura indirecta derivada del servicio al beneficio donde se ha colocado al Periodismo. Por no hablar de la inmediatez
y su expansión. Queremos obtener
todo al momento, en el instante que a cada uno le apetezca y con la rapidez por
bandera. Antes los periódicos dependían de la efectividad de unas máquinas que se
tomaban su tiempo y que eran la base de la creación y ejecución de un medio.
Esta información se elaboraba con esmero, con un plazo establecido, pero el
suficiente para saber si lo que se publicaba era cierto o no. Ahora hay
información a raudales, casi palpable en cada espacio. Muchos periódicos,
muchas máquinas.
Pero, mentiría si no te dijera que encuentro en esa
capacidad de cambio y alteración que comprende el poder un halo de fascinación
por la cantidad de cosas que se pueden conseguir estando arriba. A lo largo de
mi vida me he relacionado con numerosos líderes políticos para de alguna
manera, intentar aprender de esas situaciones lo que de verdad es estar al
servicio y control de una sociedad. También me he involucrado cuando la
justicia no era lo que tenía que ser con quién lo merecía o cuando el control
superaba el raciocinio de gobernantes y líderes.
Espero que no llegues a pensar que toda esta reflexión no
tiene un fin en sí mismo. Hoy, a tan altas horas de la noche quiero dejarte
escrito lo que realmente pienso. Mañana entregamos el premio Nuevo Periodismo de
la Fundación a Iñaki Gabilondo, periodista español con una gran trayectoria en
este campo y parte de lo que te he contado será la base de mi discurso. Estos
actos acaparan la presencia de grandes figuras y se da pie a compartir
diferentes opiniones, pero nunca me ha gustado que la virtud mediática sea
dependiente de galardones, y no de méritos. Conseguí encontrar el término medio
con estos premios. Sin más, se me está haciendo tarde. Espero que me
comprendas, al menos, con la parte que te corresponde en tus responsabilidades. Hasta
la próxima.
Septiembre de 2008,
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